sábado, 18 de octubre de 2014

EL VICIO DE PROHIBIR



El diccionario de la Real Academia de la Lengua define vicio en una de sus acepciones como falta de rectitud o defecto moral en las acciones y considero que gran parte de las prohibiciones establecidas en este mundo pueden tildarse como viciosas.

Sería interminable intentar citar aquí todas las prohibiciones establecidas por motivos espurios, por lo que voy a centrar mi artículo en lo que afecta a mis aficiones: las visitas culturales y el senderismo.

Hace unos años viajé a la Ciudad Eterna con la finalidad de visitar el anfiteatro Flavio, pero también aproveché el viaje para visitar la ciudad del Vaticano y dentro de ella la famosa Capilla Sixtina. Dentro de esta sala me llamó sobremanera la atención la escasez de luz y las continuas voces de los vigilantes diciendo “no foto” y “no video”. Pero ese vicio prohibitivo no es exclusivo del Vaticano, sino que se repite en muchos museos y monumentos.

No tengo conocimientos técnicos suficientes en la materia como para poder afirmar si el uso del flash puede dañar una pintura y más difícilmente a una escultura, pero de lo que estoy completamente seguro es que si no se usa tal elemento luminoso el realizar una foto es totalmente inocuo para las obras de arte. Entonces, ¿qué motiva ese empeño de prohibir la realización de fotos sin flash o grabar videos?. La respuesta es sencilla: intentan impedir la captura de material audiovisual para garantizarse la venta de los que ellos ofrecen en la tienda que a tal fin existe en casi todos los edificios que tienen esas prohibiciones. Pero también son conscientes de que no pueden impedir completamente a los turistas que saquen fotos, ya que si obligaran a dejar las cámaras en una consigna, aparte de gastos logísticos y eventuales reclamaciones por pérdidas, seguramente bajaran las visitas y con ello la recaudación, y por eso procuran, sobre todo en los lugares más significativos, atenuar la luz (a lo que antes me he referido), para que las fotos salgan movidas.


El afán recaudatorio no tiene límites, ya que no se conforman con cobrar precios astronómicos por las entradas, que en muchos casos superan los diez euros por cabeza (que induce a pensar que en la entrada va incluido que te lleves un cuadro a tu casa), sino que aún quieren sacarles más dinero ofreciendo libros y ilustrados y tarjetas postales con fotografías realizadas con una luz perfecta. Y digo yo: ¿esas fotos, realizadas con potentes flases, no dañan a las pinturas?.

En el senderismo el afán prohibitivo no responde a fines recaudatorios, al menos en principio, sino más bien a demostrar el poder de nuestros gobernantes, y de rebote puede ser que también les genere algún ingreso, como veremos más adelante.

Voy a citar un ejemplo claro de esas limitaciones que carecen de toda lógica: el Parque Natural de Peñalara. En ese espacio natural hay un amplio despliegue de carteles que prohíben el paso a ciertas zonas, con la excusa de no pisar especies vegetales protegidas, cuando en el mismo parque hay rumiantes domésticos pastando libremente, que no solo pisan, sino que también se comen, esos hierbajos protegidos. Esa limitación de acceso llega al absurdo de impedir acercarse a alguna de las lagunas glaciares (ni que fueran suyas), con lo sencillo que sería marcar un estrecho sendero hasta ellas. El resultado es que al no existir ese sendero, cada cual se acerca por donde puede, con lo que el supuesto daño a la vegetación debería ser mayor (lo pongo en condicional porque no tengo claro que ese daño exista). Claro que saltarse la prohibición pudiera tener consecuencias pecuniarias sobre el infractor, que puede ser multado si le pillan in fraganti los encargados de la vigilancia del parque.

Laguna Grande de Peñalara, a cuyas aguas está prohibido acercarse.

Otro caso curioso de prohibición es la entrada a la cueva de los Chorros, en la que nace el río Mundo. En este caso, alegando razones de seguridad, solo se permite el acceso a montañeros federados o a personas acompañadas de guías locales. Está claro que si la cueva es peligrosa estaría justificado prohibir la entrada a gente inexperta y que solo pudieran acceder expertos, pero la vía de escape de que cualquier neófito pueda acceder si ha contratado los servicios de un guía local me parece simplemente recaudatoria, porque si la excusa es que el guía puede orientar y vigilar a los integrantes del grupo que le han contratado, esa función también la podría realizar un montañero federado llevando gratuitamente acompañantes sin licencia federativa con los que tenga lazos de amistad.