domingo, 1 de septiembre de 2013

LA ATLÁNTIDA Y TARTESSOS



¿Existió en la realidad la Atlántida en el sur de la península ibérica o es producto de la imaginación de algunos autores de la antigüedad?. De existir, ¿tuvo alguna vinculación con Tartessos?.

La primera referencia sobre la Atlántida nos la proporcionó Platón en textos de sus diálogos el Timeo y el Critias. En ellos, Critias,  discípulo de Sócrates, cuenta una historia que de niño escuchó de su abuelo y que éste, a su vez, supo de Solón, el venerado legislador ateniense, a quien se la habían contado sacerdotes egipcios. La historia se remonta en el tiempo a nueve mil años antes de la época de Solón y narra cómo los atenienses detuvieron el avance del imperio de los atlantes, belicosos habitantes de una gran isla llamada Atlántida, situada más allá de las Columnas de Hércules y que, al poco tiempo de la victoria ateniense, desapareció en el mar a causa de un violento terremoto y de un gran diluvio, cuando los dioses decidieron castigar a los atlantes por su soberbia.
Los datos históricos nos dicen que la última gran glaciación comenzó hace unos 40.000 años y se  prolongó hasta hace unos 11.000 años, en que comenzó el deshielo y con él, se sucedieron grandes inundaciones, llegando a subir el nivel del mar casi cien metros. Platón, sin conocer esos datos fechó la desaparición de la Atlántida bajo el agua sobre esas fechas.

El escritor inglés Murry Hope, que gozaba de portentosas facultades psíquicas que asombraron a los científicos de su época, insistió en sus libros que la civilización minoica nació de la enseñanza de los atlantes que colonizaron el Egeo; así como que Tartessos era una colonia de la Atlántida, cuando no parte integrante de ella como postreros sucesores. 
Esta conexión entre la Atlántida y Tartessos viene reforzada por el mito de las Columnas de Hércules (mencionadas por Platón en sus diálogos), situadas en el estrecho de Gibraltar y que señalaban el límite del mundo conocido, la última frontera para los antiguos navegantes del Mediterráneo. Bajo el lema Non terrae plus ultra los romanos asignaban el confín del continente, que si bien se asoció a Finisterre, también simbolizaba el estrecho de Gibraltar. Si esas columnas existieron no se ha podido demostrar, pero lo cierto es que están incorporadas al escudo de España y a algunos escudos regionales.
La leyenda de las columnas enlaza directamente con la existencia del reino de Tartessos, cuyo primer rey mitológico fue Gerión fue hijo de Crisaor y de Callirhöe. Crisaor, el caballero de la falcata de oro, tiene un curioso origen. Cuando Perseo cortó con su hoz la cabeza a la Medusa, nacieron de ella Crisaor y Pegaso, ni más ni menos. El linaje de la madre tampoco desmerecía. Callirhöe, la doncella de la cabellera flotante, era hija del titán Océano. Gerión saltó a la fama gracias a sus toros. Hércules, el héroe, recibió el trabajo de robar los toros a Gerión y llevarlos hasta Micenas. Para ello tuvo que traspasar las columnas tartésicas que separaban el Mediterráneo del Atlántico —el actual Estrecho de Gibraltar— y llegar hasta la isla en la que pastaban los toros, venciendo al oleaje que el dios Océano le organizó para dificultar su misión y ayudar así a su nieto Gerión. Pero todo fue inútil. Hércules mató a todo el que se le puso por delante, y logró finalmente robar los toros, tras atravesar con su lanza los tres cuerpos de Gerión, causándole la muerte.

La existencia de la Civilización de Tartessos está perfectamente documentada, lo que no es seguro que existiera una ciudad llamada Tartessos y no ha sido hallada ninguna que pueda ser identificada como tal.  Uno de los principales yacimientos que nos quedan de aquella civilización es Cancho Roano, situado en Zalamea de la Serena, un complejo monumental orientado hacia el sol naciente del que se desconoce si era palacio, mercado, lugar de culto o santuario funerario o incluso se trataba de un gran complejo que cumplía diferentes funciones. Lo que si se conoce es que fue construido sobre el siglo VI a.C., desapareciendo a finales del siglo V a.C.

Su estructura evidencia la influencia oriental sobre Tartessos: patio delantero con torres en las alas de tipo migdal, escalera lateral, sala transversal, habitaciones con cámara y antecámara, espacio central, almacenes, segunda planta destinada a almacén y vivienda, trazado geométrico, uso de adobe, pseudoortostatos y, muy probablemente, cubierta aterrazada. Estas fórmulas arquitectónicas parecen derivar de los palacios norsirios de inicios del I milenio a. C.

Espacio sagrado dentro del yacimiento tartésico de Cancho Roano.

          Supongo que este artículo no os habrá resulto las dudas, pero espero que al menos haya despertado vuestra imaginación y que por unos minutos vuestra mente haya volado hasta la protohistoria peninsular.

           Si queréis ahondar más en el mito de la Atlantida y su relación con Tartessos os recomiendo la novela El librero de la Atlántida,  de Manuel Pimentel, un apasionante relato que hay que leer por dos razones fundamentales: porque enlaza de forma magistral el episodio de la destrucción de la Atlántida con varias historias paralelas en el mundo actual, y porque su autor fue Ministro de Trabajo y  Asuntos Sociales desde el 18 de enero de 1999 hasta el 19 de febrero de 2000, dimitiendo de su cargo, siendo alabada su labor tanto por sindicatos como empresarios, que lamentaron esa dimisión. Posteriormente, el 23 de marzo de 2003 anunció en un artículo periodístico su abandono de la cúpula del Partido Popular, debido a las discrepancias con la dirección del partido por la decisión de participar en la guerra de Irak. Tras su abandono de la política creó dos editoriales y escribió varias obras, tanto novelas como relatos y ensayos, lo que demuestra que algunos saben poner por delante lo verdaderamente importante y personas así merecen ser leídas.